Tuesday, November 22, 2005

ENTRE LOS MUROS DE MI CIUDAD

Mildred Legrá Colón/ ¡Ahora!
A la poetiza holguinera Lourdes González se le ocurrió mucho antes su poema “Si llegaras”. Quizás fue el deseo que se esconde tras cierta pasión de orgullo holguinero. Tal vez es el sentimiento de trascender y ver la ciudad de otra manera.
Si pudieras ver, roja la plaza,
llenarse de cocineros del barro y de la arcilla.
Si vieras cómo tiemblan sus manos
en un horno común,
arena que se cuela en el abrazo
de estos sagrados alfareros,
obreros en el yeso,
simples dioses obreros de este pueblo.
Recordé los versos para encontrar la semejanza que pueda descifrar el prodigio humano que golpea los muros de esta ciudad. La fuerza de los hombres cuando quieren descender al corazón y cambiar las cosas viejas y rotas por otras nuevas.
Abrir las puertas del primer pedazo del Bulevar holguinero, construido en el mismo corazón de la ciudad, es como realizar un sueño de muchos, o deshacer el pesimismo de otros, que, ahora, deslumbrados por la elegancia de la arquitectura, catan las bondades y la belleza.
Es un tramo de calle. Solo eso. Luego vendrán los otros siguiendo un hilo de coincidencias en los espacios por donde el holguinero podrá andar. O sentarse en sus originales bancos, o buscar entre las ofertas un lugarcito donde pueda refrescarse con un helado, un granizado o ingerir un alimento ligero para seguir su andar por la ciudad.
Y los amplios corredores que bordean las plazas se insertarán como secuencia lógica al Bulevar. Necesitarán también la prodigiosidad de las manos laboriosas. La originalidad del pensamiento, y el cuidado persistente de quienes aprovechen sus bondades o las usen bien en ese afán de elevar la espiritualidad del holguinero.
El Bulevar es como una huella, de las tantas que han marcado la ciudad en los últimos tiempos. Los laboriosos constructores hacen historias. Quienes han pensado, insistido y defendido este lugar de paseo o de encuentro circunstancial, han vencido la curiosidad de los escépticos.
Sagrados alfareros que echan a volar sus deseos de hacer. Alfareros también son quienes se embarran de cemento y arena para levantar la obra. Y luego sonríen, henchidos de éxitos, porque le han dado otro destello de vida a la ciudad. Esta ciudad de amores impredecibles y de acogedora luz.